
24 Sep Perdona a tu padre y perdonarás a los hombres
Empezaré pidiéndote perdón, perdón, y perdón. Hay tantas razones por las que te tengo que pedir que me disculpes…Perdón por haberte ignorado, humillado y culpado durante casi 30 años. Dicen que la pauta y modelo de relación que tienes con tu primer hombre (Tu Padre) se repetirá para el resto de tu vida con el resto de relaciones con los demás hombres. Os invito a comprobarlo con esta magnífica carta que encontré.
LA INFANCIA
Empecé mi infancia con un padre generoso, cariñoso, juguetón, mimoso, bueno, que me hizo brillar, amar, ilusionarme e imaginarme que la vida, a veces, era como un cuento de aventuras; un padre que me enseñó a soñar y a apasionarme por las cosas que tiene la vida. No podía tocar más alto el cielo, la cúspide de la felicidad la tenía junto a él, en nuestros momentos de complicidad entre padre e hija. La noche nunca fue oscura porque él las iluminaba con sus nanas antes de acostarme y cuando por las noches de verano pasábamos horas y horas contando las estrellas, éstas también nos iluminaban. Jugar con él era como vivir una fábula, el mar en el que pasábamos muchos momentos nunca tuvo tantos peces y colores como cuando lo inspeccionaba con él. Las piedras, las rocas y las orillas de las playas nunca fueron tan fuertes, rugosas y potentes como cuando las paseaba con él. Recuerdo las vacaciones veraniegas, cálidas, festivas y sobre todo sabrosas junto a él y mi familia. Podríamos decir que mi padre fue mi Héroe invencible; ¿Pero que son los Héroes? ¿A caso existen los héroes en nuestra vida terrenal? O más bien existen personas heroicas con derecho a equivocarse como humanas que son…
He aquí cuando mi Papa “Héroe” de la infancia fue desplomándose dejando de ser un Héroe invencible para pasar a ser un Padre “humano” con errores.
LA ADOLESCENCIA
Durante mi adolescencia, sentí a mi padre como un hombre duro, egoísta, injusto a veces con las personas e incluso arrogante. Un hombre que ya no miraba a su hija con cariño, sino que pasó de mimarla y cuidarla a ignorarla por completo e incluso a desafiarla. Su ego se había hecho demasiado grande. Mi percepción de él y en consecuente el de todos los Hombres cayó empicado, desde lo más alto hasta lo más bajo, calando fondo y fondo durante quizás aproximadamente 30 años más… La decepción que sentí del “Hombre” me acompañaría para siempre. Una decepción que hizo luego imposible que yo pudiera admirar a algún hombre. Nuestra relación se convirtió en una lucha de poderes por nuestros desacuerdos, me enfrentaba a él constantemente lo que creó en mí un mecanismo de ataque y a la vez de defensa hacia él y con los hombres. Sentía rabia y la volcaba en él y probablemente también a todos los hombres; lo culpaba y probablemente he seguido culpando a todos los hombres. ¿Las razones? De manera más superficial por su comportamiento “frívolo” con los demás y de manera más profunda por haberme ignorado, abandonado e incluso a sentir hasta cierta antipatía hacia mí durante mi adolescencia. ¿Cómo iba yo a llevarme bien con mi Padre con estos reproches? ¿Cómo iba yo a llevarme bien con los Hombres el resto de mi vida? La rabia que llegué a sentir con él me hizo querer anularlo, vencerlo, superarlo y ganarlo como si de una batalla heroica se tratara, como si de 2 héroes luchasen con sus lanzas siempre preparadas para dar al otro y de aquí nació mi actitud de estar a la defensiva y mi habilidad por castrar a todo el que me pudiera dañar o hacerme sentir lo que un día de pequeña sentí. De esta manera he castrado siempre a los hombres que me interesaban sin dejarles la oportunidad de crecer para poder controlar siempre yo la situación, sin amor, sin los pies en la tierra, sin inocencia que valiera y solo con un control mental, y una astucia para vencer y capar cualquier debilidad o sensibilidad.
LA MADUREZ
Con la madurez, aprendí a perdonar a mi padre, a dejar de verlo como un héroe de cuento y verlo como una persona vulnerable que hacía lo que sabía hacer y que no podía hacer lo que no sabía hacer, con sus debilidades y lados oscuros como todas las personas y con sus problemas y luchas internas como cualquiera. Recuperé a mi padre, pero olvidé de recuperar la percepción que por mi experiencia con él había o seguía teniendo en mi inconsciente sobre los hombres. Hombres a los que, por miedo a sentirme ignorada, rechazada o que no quisieran quedarse conmigo para el resto de sus vidas (al igual que mi padre me lo hizo sentir durante mi etapa de adolescencia) no digné a mirarlos, a tenerlos en cuenta para mi favor sino para mi desfavor. Tampoco permití que se acercasen a la verdadera mujer que yo era (frágil, sensible y con necesidad de amor) sino a la mujer que quería representar, dura y asquerosamente “perfecta”. Una mujer aparentemente bella pero también aparentemente fría, calculadora, distante que desorientaba ante tantas mujeres dulces, amorosas, libres, frescas, inocentes y puras. Fui consciente de mi coraza y fui capaz de dejar de humillar a los hombres y de amarlos, desearlos y quererlos con un poco más de humildad, pero seguía poniendo un pequeño bloque de hielo entre los hombres y yo. Un bloque de hielo que me permitía protegerme, no sufrir y poder mirar con más perspectiva desde la altura dónde colocar mi lanza por temor al hombre malo, injusto, indigno, por temor al hombre que siempre culpé de algo que nunca fue culpable. Por eso hoy HOMBRE te pido perdón por haber sido tan injusta contigo de culparte de algo que nunca hiciste. Perdón por no entender que eres persona como las mujeres y que como persona que eres, eres de máximo interés para mí, eres grande y de mil colores y formas, eres digno de escoger, eres bueno cuando quieres, protector, cariñoso, divertido, amoroso, inteligente, inocente, sensible, humano. Solo hoy que sé cómo eres y sé lo que no eres puedo abrirte mis brazos y dejar que nos acerquemos, nos descubramos desde la más profunda y tierna vulnerabilidad, con humildad y aprendiendo juntos sin reproches ni culpables sino sólo viviendo, fluyendo, y sintiendo el amor y el respeto.
Esta carta va dedicada a las mujeres que no logran conectar con el hombre de “igual a igual” y también va dedicada a aquellos posibles hombres que me han interesado o me hubieran interesado y que por mis temores no supe cuidar o ni siquiera fui capaz de verlos, de mirarlos ni de encontrarlos.
Sonia Nicolau
Posted at 17:33h, 24 septiembreComparto con vosotros, esta bonita carta publicada que muestra una gran lección de humildad, valentía y honestidad. A veces es necesario retroceder para poder encaminarse mejor. Espero que ayude a aquellas mujeres que necesiten reconciliarse con su padre, y en consecuencia con los hombres.